Poemas by Rudyard Kipling

Poemas by Rudyard Kipling

autor:Rudyard Kipling [Kipling, Rudyard]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Poesía, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1996-01-01T00:00:00+00:00


MANDALAY

Al pie de la pagoda de Moulmein,

mirando perezosamente el mar,

se sienta una muchacha birmana y piensa en mí.

El viento en las palmeras, las campanas

de los templos lo dicen:

«Vuelve, soldado inglés, regresa a Mandalay».

Regresa a Mandalay,

donde estaba la flota:

¿no oyes chapotear los remos desde

Rangún a Mandalay?

Por el camino juegan

los peces voladores

y el amanecer llega de la China,

como un trueno, cruzando la Bahía.

Llevaba un sombrerito verde

y enaguas amarillas, y se llamaba igual

que la reina de Saba. La primera

vez que la vi fumaba un enorme cigarro

y malgastaba besos sobre el altar de un ídolo,

un ídolo de arcilla

al que llamaban Buda.

Vaya si se acordó de ningún ídolo

cuando yo la besé,

en Mandalay…

Y cuando había niebla sobre los arrozales

y se ponía el sol, ella sacaba

una especie de banjo pequeñito y cantaba.

O abrazados, mejilla con mejilla, mirábamos

los barcos de vapor, los elefantes

apilando troncos de teca

en el muelle fangoso,

en un silencio tan abrumador

que daba miedo hablar.

En Mandalay…

Pero eso quedó atrás, hace ya mucho tiempo,

y no van autobuses del Bank a Mandalay.

En Londres he aprendido eso que dicen

los soldados más viejos: si has oído

la llamada del Este,

ya no puedes pensar en otra cosa.

Ya no piensas en nada

sino en esos olores

a picante y especias,

y en el sol, las palmeras y los templos.

En Mandalay…

Me aburre gastar suela sobre los adoquines

y esta llovizna inglesa me produce reúma.

Y aunque salgo con criadas de toda la ciudad

que hablan mucho de amor, qué sabrán ellas,

con esas caras gordas y mugrientas,

qué sabrán, comparadas

con la que tengo en una

tierra más limpia y verde

y que, como su tierra,

es más dulce y esbelta.

En Mandalay…

Llevadme a cualquier sitio más al este de Suez,

donde lo mejor y lo peor se igualan,

donde no hay mandamientos y hay sed de hombres.

Las campanas del templo están llamándome

allí, junto a la vieja pagoda junto al mar,

en Mandalay,

donde estaba la flota

con los enfermos bajo

la toldilla, cuando íbamos

de vuelta a Mandalay.

Por el camino juegan

los peces voladores

y el amanecer llega de la China,

como un trueno, cruzando la Bahía.



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